sabático

Van las monjas josefinas ¡qué discretas
se limpian el sudario y la barbilla!
mientras bajan la cuesta en bicicleta.

Las ofrendas de la misa no concretan
para hacer otro altar de maravilla:
hacen cuentas y la deuda las humilla,
hacen caja, pero caja de galletas.

Han hallado una respuesta muy sencilla:
a pedirle al sacristán que les permita
empeñar unas estatuas y una silla
donde daba la homilía Manzanita,
un cristo que perdió la mano izquierda,
el cinturón de castidad de Tía Florita,
una lámpara que estorba y que no brilla
y otra más que no rima con ni mierda.