De la fila del supermercado de acontecimientos que han sacudido este año quiero empezar con la vez que salí a la calle y dejé el disco de la cocina encendido. No por el nivel de letalidad, sino porque nadie se dio cuenta, nadie lo habría sabido de no ser por este párrafo.
Mi mayor temor cuando vivía solo era dejar encendido un disco de la cocina y regresar a casa a categorizar ceniza. Pasó, ahora que no vivo solo, y sabía que este día llegaría, no se quemó nada, salvo las papas, porque lo que arde siempre está en todas partes menos donde se necesita.
Mark Twain decía que si uno es sincero no debe preocuparse por tener buena memoria, o al menos se consolaba diciendo eso. La sinceridad es un rasgo que favorece más a la gente que nos rodea que a quienes lo practican. Los hace sentir bien, estoy seguro, los demás encuentran en uno un buen interlocutor. (Ver las 10 ventajas de ser un buen interlocutor).
Es importante acordarse que los personajes infames son citados y recordados, pasan a la historia para servir de ejemplo. Así que no hay de qué preocuparse, las vacantes de la infamia permanecen llenas pese a nuestros mejores esfuerzos. No hay que temer a los perros grandes, hay que temerle a los rabiosos.
Les puedo decir que este año nada ha salido como esperaba, en el peor y más extenso sentido de la palabra nada. Este no es un texto aleccionador, a la infamia no se le sobrelleva, se le inmortaliza.