La legislación del chino

Vivo a dos cuadras de la casa que tuvo mi abuelo. En realidad era la casa de su mamá, que murió muy mayor, doña María, y que él se encargó de cuidar hasta el final.

En esa casa me caí de una verja a los 10 años y me rebané la rodilla a la mitad, agudamente. Casi pierdo la pierna derecha, pero fui atendido a tiempo y el tiempo, que no cura nada, al menos evitó que se me abriera la herida de nuevo.

Ese día vi llorar a mi abuelo, solo esa vez. No recuerdo bien si alguna vez le di una razón para llorar, pero esta fue una buena.

Caminar a la pulpería del chino era uno de sus pasatiempos favoritos. Sabía que el chino lo estafaba, pero solo ahí conseguía los chocolates que le gustaban y que nos gustaban. A mí me pasa igual siempre que voy donde ese mismo chino llevo una cantidad de dinero destinada a gastar y me sobrepasa hábilmente:

  • Me dice: Café ¢1200, Filtros ¢700, Bombillo ¢2000.
  • Le digo: Y también este tomate y uno de esos aguacates.
  • Culmina: Serían… (calculando) nueve mil ochesiento ciencuenta.

Pero igual voy, porque de camino queda la casa del abuelo y veo cómo la han ido cambiando sus predecesores, cómo le crece el musgo, cómo arreglaron la reja y cómo se ponen los árboles de floreados en este momento del año.

El último teorema de Fermat

Este teorema es la noticia matemática más resonante del siglo XX. Muy viral, muy famoso. Dice que la suma de dos números elevados a una potencia mayor que 2 nunca será igual a otro número enorme que nadie entiende, y que por lo tanto nadie defiende ni hostiga, porque solo defendemos y hostigamos aquello que nos podría dar vergüenza. En este caso ni una ni otra.

La historia de este teorema es una historia sobre la desproporción, Pierre Fermat su autor lo formuló en 1637 y fue demostrado hasta 1995 por Andrew Wiles ayudado por otro matemático de nombre complicado, y por lo tanto nadie se metió con ellos tampoco.

Es bajo esta ley que el chino suma los abarrotes y estafaba a mi abuelo y ahora lo hace conmigo. Se vale de que no nos importa, que vamos hasta allá por otra razón, que no le tenemos el menor reparo a su lógica.

No hay en la estafa del chino el menor sentido de pena, no nos avergüenza, pagamos el sobre costo con gusto. Porque ahí están los chocolates, porque ahí florecen mejor los árboles y el musgo.

Nunca le di a mi abuelo mayores razones para llorar, él tampoco me las dio, incluso ahora que no está, son mayores nuestros encuentros, nuestros recuerdos, que la suma de las desproporciones del mercado.