Camisas manga corta

Si hay algo calmo en el mundo, si existe, me fue trasmitido por el filtro único de su voz y el compás de sus pasos. Si se puede aprender algo sobre la simpatía, sobre la compasión, si de alguna forma esto se puede enseñar, a mí me fue instruido en el envoltorio frágil de sus silencios, en la chispa espontánea de sus comentarios, en sus sonidos.

Le debo lo que soy a su voz contando un vuelto, tarareando un bolero, reparando una ducha, rezando a oscuras para no despertar a nadie, preguntando qué número salió en la lotería. Supe de buena fe que no se sentaba, aunque el bus estuviera vacío para no arrugar sus camisas perfectamente aplanchadas, las mismas que colgaba en una silla para no manchar de aceite cuando limpiaba las bujías del carro, documentadas por los trapos sucios que luego olvidaba recoger.

En cada uno de estos gestos había una gratitud hacia la vida que no cabe en ningún epitafio, que emergía y menguaba mucho más rápido que la intuición. Eran años enteros de contemplación, de propensión al pacto consigo mismo, de caminar por el mundo sabiéndose dueño de nada, de señoreo de la calma y la comprensión.

Habla bien del sol haberle prestado sus rayos todos estos años, habla bien de cada uno de nosotros haberle tenido cerca.